Una vez que tenemos instalado en nuestra parcela un
adecuado sistema de reparto de agua, nos planteamos preguntas como ¿cuánto
volumen de agua aplicar al cultivo?, ¿en qué momento realizar el riego? ó ¿con
qué frecuencia regar?, siempre con el fin de conseguir una producción
óptima.
Necesidades de agua de los cultivos
Todo cultivo experimenta un intercambio de agua con el suelo que lo sustenta
y con la atmósfera que lo envuelve. Del suelo toman el agua necesaria para su
nutrición y lo desprende a la atmósfera mediante el proceso de transpiración.
Paralelamente se produce un fenómeno de evaporación directa del agua a la
atmósfera desde la superficie del suelo y la del propio cultivo. Al conjunto de
estos dos fenómenos de transferencia de agua desde el complejo suelo-planta a la
atmósfera lo conocemos como ‘evapotranspiración’ del cultivo (ET).

Los principales factores afectan a la evapotranspiración de un cultivo
son:
• La demanda evaporativa de la atmósfera, que a su vez es función de
las condiciones meteorológicas de cada momento. • La disponibilidad de
agua en el suelo, que se variará por las aportaciones procedentes de lluvias,
riegos y capas profundas. • Las características del propio cultivo,
como son el desarrollo foliar y radicular. • Las características
hidráulicas del suelo, como son su capacidad de almacenamiento de agua, la
conductibilidad hídrica, profundidad, etc.
La evapotranspiración de un cultivo se puede medir en el
propio campo con unos dispositivos, relativamente caros, denominados
‘lisímetros’, o se puede estimar por distintos métodos indirectos como son los
tanques evaporímetros y los métodos de cálculo basados en variables
meteorológicas. Entre estos últimos se encuentra el método desarrollado por
Penman y mejorado por Monteith, que es ampliamente utilizado por su buena
aproximación a los datos reales de los cultivos, además de ser recomendado por
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO). Este método es, precisamente, el utilizado por el sistema InfoRiego para
calcular las recomendaciones de riego de los cultivos
.
Características hidráulicas del suelo
El suelo agrícola se comporta, en cierto sentido, como un depósito de agua, a
la cual las plantas tienen acceso con mayor o menor dificultad. Al día siguiente
de un riego abundante, los grandes poros del suelo se han vaciado del agua que
los colmataba por efecto de la gravedad. En este momento tenemos el suelo a su
‘capacidad de campo’, con el máximo volumen de agua que es capaz de retener. Si
suceden los días sin lluvias ni riegos, el agua del suelo se va perdiendo
lentamente por el fenómeno de la evapotranspiración del cultivo. Los primeros
días las plantas no realizan apenas esfuerzo, pero día tras día, el gasto de
energía para absorber el volumen de agua necesaria va siendo mayor, hasta que
ese esfuerzo de la planta llega a mermar, al margen de otros factores, el
potencial productivo del cultivo. Es en ese preciso momento cuando se debería
proceder a dar un nuevo riego.

Si experimentalmente dejamos que el agua del suelo siga agotándose, llagará
un día en que el estrés hídrico sufrido por las plantas provoque la desecación
de parte de su sistema foliar, incluso la muerte total. En ese preciso momento
es cuando el suelo contiene un volumen de agua que conocemos como ‘punto de
marchitez’. En definitiva, a falta de lluvias, debemos suministrar un riego cada
vez que el contenido de humedad del suelo se encuentre aproximadamente a la
mitad entre la ‘capacidad de campo’ y el ‘punto de marchitez’.
Los contenidos medios de agua útil para los cultivos (AU), por cada metro de
profundidad, de los distintos tipos de suelo según su textura (capacidad de
campo menos punto de marchitez) son los que se reflejan en la siguiente
tabla:
Textura del suelo |
Litros por m2 en un metro de
profundidad |
Arenoso |
62 |
Arenoso-franco |
103 |
Arcilloso-franco |
136 |
Franco-arenoso |
140 |
Franco-arcilloso |
146 |
Franco |
158 |
Arcillo-limoso y
limo-arcilloso |
177 |
Arcilloso |
187 |
Limosos |
192 |
Arcilloso
fino |
208 |
El volumen de agua almacenado por cada tipo de suelo se va a ser aprovechado
de distinta manera en función del propio cultivo, de su superficie foliar (% de
sombreado) y del desarrollo y la profundidad efectiva de su sistema radicular,
principalmente. Es por este motivo por el que debemos considerar estos aspectos
para determinar los volúmenes de agua precisos a aportar en los distintos riegos
y la frecuencia de los mismos. En la mayoría de los cultivos herbáceos la
profundidad efectiva de las raices se encuentra entre los 50 y 100 cm.
La dosis de riego máxima se deducen del volumen de agua útil que el suelo es
capaz de retener, de la profundidad radicular efectiva de cada cultivo y de la
porción de agua útil que cada cultivo permitiría agotarse sin que el potencial
productivo se viera mermado.
Otro aspecto importante en relación con el suelo de los
cultivos es su capacidad de infiltración, la cual no puede ser superada por la
pluviometría del sistema de riego para evitar encharcamientos y escorrentías
superficiales. Las velocidades de infiltración media para las distintas texturas
de suelo se muestran en la siguiente tabla:
Textura del
suelo |
Litros de agua infiltrados por
hora |
Arenoso |
12 - 25 |
Franco-arenoso |
8 – 12 |
Franco |
7 - 12 |
Franco-limoso |
7 - 10 |
Franco-arcilloso |
6 - 8 |
Arcilloso |
2 -
5 |
Programación del riego. El método del balance
hídrico
Una vez que disponemos la información sobre la capacidad
de retención de algua de nuestro suelo y obtenida la recomendación de riego
ofrecida por la aplicación InfoRiego -bien en la web o por mensaje al móvil o al
correo electrónico- podemos aplicarlos en el sencillo método del balance
hídrico
, que
consiste, simple y llanamente, en una cuenta de entradas y salidas. Se
recomienda tomar como periodo base la semana, pero se puede realizar el balance
hídrico diariamente o con cualquier otro periodo, preferiblemente inferior a la
decena.
Se parte de un nivel inicial de Agua Fácilmente Utilizable (AFU) disponible
en el suelo en una fecha inicial determinada. A este nivel inicial se suman
todas las aportaciones netas (volúmenes de riego + lluvia) y se restan las
necesidades netas del cultivo o evapotranspiración que se recomienda en
InfoRiego, sin descontar la lluvia recogida por la estación de referencia.

Al inicio de la campaña de riego nos aseguramos de alcanzar el nivel máximo
de contenido de humedad en el suelo hasta la profundidad radicular efectiva,
anotando como nivel inicial el volumen equivalente a la dosis de riego máxima, y
procuraremos, mediante el riego, que ese nivel no llegue a agotarse (>0) a lo
largo de la semana. Por otro lado, tampoco interesa sobrepasar la dosis de riego
máxima, porque significaría que estamos aportando más de lo que el suelo es
capaz de almacenar.
Si lo desea puede descargar un modelo de estadillo para
realizar el balance
hídrico.
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